jueves, 3 de julio de 2008

Un domingo en Chincha

El domingo pasado salí a pasear por Chincha. Mis compañeros de paseo fueron mi nueva amiga Sandra, y sus dos hijitos. Sandra trabaja en Viñas del Sur, que es donde yo vivo, y nos hicimos amigas durante mi enfermedad, porque durante todo ese tiempo que me pasé en la cama con tanta fiebre, y después cuando casi no podía comer, ella me acompañó todo el tiempo, me llevó al Hospital, me hizo arroz blanco, y agua de anís... y gracias a ella pude recuperarme pronto!
Tiene gracia, ella piensa que enfermé por que ese dia me tomé una cerveza y picoteé unos panchitos de aperitivo, dice que la cerveza con maní (cacahuete) te produce esa reacción... Eso me parece a mi una graciosa superstición.

El caso es que el domingo pasé a buscar a Sandra por su casa en Santa Rosa, que también fue destruida por el terremoto y ahora vive en una chabolita con sus dos hijos: Nadiuska (se llama así por la protagonista de una telenovela que le gustó) y el pequeño Ronaldo (que le debe el nombre a la afición al futbol de su padre), mientras su esposo trata de ganar algo de plata trabajando en Panamá; y nos fuimos los cuatro a dar una vuelta por el mercado de Chincha. Sandra, Ronaldo y Nadiuska, el pasado domingo conmigo en Chincha.

Después fuimos a la Plaza de Armas donde había un evento de concursos y diversión para los niños organizado por Unicef. Allí nos hicimos algunas fotos, la gente se queda muy extrañada cuando me ve haciendo fotos, porque la verdad que aún no he visto a un solo turista por aquí.
Unos niños encantadores. Nadiuska quiere ser informática y le he ofrecido que venga a mi casa los sábados y así puedo enseñarle cosas con el ordenador...estaba emocionada con la idea! Y el pequeño me preguntó si tenía DVD porque se muere por ver una película de los Power Rangers (de esas del "top manta") que le han regalado. Así que este sábado pasaré con ellos un rato.
La mayor atracción que hay en la Plaza para los inexistentes turistas es esta graciosa Alpaca con los trajes típicos peruanos para que la gente pueda fotografiarla. (Estuve allí mucho rato y obviamente yo fui la única que lo hizo!). Lo que más me gustó fue ver a los dueños de la Alpaca, que se pasan las horas allí, sentados, charlando a la vez que vigilan que nadie se lleva a su muñeco...Lo gracioso es que tampoco pedían propina, así que no es un medio de ganar dinero, supongo que simplemente se sentirán orgullosos de que la gente vea a su decorado animal de juguete.
Chincha tiene muchas caras, pero en general se puede decir que es una ciudad más bien fea, medio derruida y bastante caótica. Suele estar atiborrada de gente por las aceras que venden o alquilan de todo en cualquier esquina, y las calzadas van llenas de pequeños cochecillos y coloridas mototaxis que hacen que resulte difícil caminar, y además tanto tráfico (en su inmensa mayoría transporte "público", ya que coches particulares se ven muy pocos) llena el ambiente de un olor a combustible y a humo de coche que es bastante desagradable. Sin embargo, en medio de todo eso, tiene algo que seduce, algo que hace que te apetezca recorrerla y seguir descubriendo cada vez una nueva cara de la ciudad.













En medio de este abrumador desorden le encuentro cierto gusto a perderme por ahí para seguir explorando nuevas zonas para ver hasta dónde puede llegar el caos, la variedad, lo singular.

El vendedor de mandarinas que coloca su puesto en mitad del intenso tráfico


Y luego tiene otra cara que es la que se aleja un poco de la Plaza de armas, una Chincha desfigurada, apenas trazada, sin viales, sin aceras, sin edificios siquiera, sólo algunas tapias de adobe y pequeñas construcciones de materiales pobres. En el medio, los polvorientos caminos que siempre, y digo siempre, amontonan escombros a sus lados . Esa es la huella del terremoto, que ahora sigue tan presente en cualquier lugar.