domingo, 3 de agosto de 2008

La Bahía de Paracas

Queridos lectores, hoy, después de más de tres semanas de aislamiento vuelvo a tener conexión a internet. A veces me pregunto cómo vivíamos antes de que existiera el ciberespacio... lo he echado tanto de menos!!! En fin, trataré de poneros al día rápidamente de todos los cambios que han ido aconteciendo en mi vida en Cnincha, que no son pocos...
La Bahía de Paracas es un lugar mágico. Hace ya algún tiempo me escapé un día hasta allí, (no queda muy lejos de Chincha), y disfruté de una experiencia inolvidable.

La llegada a la Bahía temprano en la mañana comenzó teñida de gris y llena de expectación.
Saqué un pasaje para hacer el obligado paseo en barco por la Bahía y poder ver el Candelabro y las Islas Ballesta, de las que tanto había oido hablar... Y efectivamente son una belleza. Digno de ver.


El barco partió en marcha hacia las islas.
Es Paracas un pueblo de aves y pescadores. Unos y otros están constantemente presentes a lo largo del recorrido. Pelícanos, Gaviotas, Cormoranes y un sinfín de especies de aves marinas vuelan atentas al pescado y preparan la mejor zambullida. Se producen escenas hermosísimas en torno a los barcos pesqueros como éste.


Antes de dirigirnos a las Ballesta, el barco bordea la Península de Paracas que se aparece como un tremendo islote desértico, árido, de colores pardos, donde no existe vegetación alguna. El encuentro de la Península con el mar es una línea rocosa salpicada de numerosas aves marinas que descansan orgullosas marcando su territorio.
Mi solitaria aventura explorando la Bahía de Paracas.
El candelabro es un enorme geoglifo con forma de tridente que está grabado en las colinas arenosas desde que se recuerda. No se sabe quién lo hizo, ni cuándo, ni lo que significa... una de las teorías dice que fue una guía de navegación para los marineros de la antigüedad y que está basada en la constelación de la Cruz del Sur.
A mí me divierte pensar que hubo en el principio de los tiempos una civilización mucho más avanzada que la nuestra que fue capaz de comunicarse con los extraterrestres y que estas gigantes inscripciones (al igual que las líneas de Nazca) son los testigos de esa comunicación entre planetas...de todas formas, nosotros ya nunca lo sabremos, así que podemos seguir imaginando.

Las islas Bellesta: 'las Galápagos de los pobres'











Abandonamos la Península para dirigirnos finalmente a las islas. Durante más de una hora el barco se pierde por las cuevas y atraviesa los arcos que el mar ha ido trazando en los bordes rocosos.









Se llaman también 'las Galápagos de los pobres' porque en realidad se presentan como una miniatura de las famosas islas Galápago (en Ecuador). La fauna que se puede encontrar en las Ballesta son también manadas de leones marinos, a los que tampoco había visto nunca antes en libertad, tumbados perezosos sobre las rocas,
y como os decía numerosas especies de aves marinas, fundamentalmente cormoranes, pájaros bobos peruanos, y pelícanos que se reunen en comunidades de miles de miembros. Otra ave que se puede observar es el pingüino de Humboldt, cuyos miembros se reúnen y pasean graciosos en lo alto de las rocas. Un bello espectáculo de agua, vida y naturaleza.

Durante miles de años, las enormes colonias de aves que habitan estas islas por doquier han ido depositando capas de guano (excrementos de aves marinas) sobre la superficie de las islas Ballestas, que se ha ido extrayendo y empleando como fertilizante para los campos desde antes de los Incas. A mediados del S.XIX se convirtió en la principal exportación del Perú a Europa y América. Hoy las extracciones de guano se hacen de forma controlada y muy espaciada para proteger así los ecosistemas de aves que viven en esta Reserva Nacional.

En la imagen, el puente desde donde se realizaban las extracciones de guano para cargar en los barcos exportadores, hoy se nos muestra como una testigo de otros tiempos pasados en los que desarrollaba una intensa actividad de explotación del medio natural.

La vuelta del barco de regreso a paracas se mostraba así de gris, así de bello. En el Perú, en esta época de invierno, el sol se esconde y aparece caprichoso en cualquier instante. Os costará creer que cinco minutos depués de tomar esta imagen la bahía se dejaba ver con un sol radiante y un cielo azul cristalino.













Un paseo por Lagunillas con Ñato
Ese mismo día Ñato había tenido que ir a Pisco en la mañana y coordinamos para quedar a medio día a almorzar por la zona de Paracas. Fue una gran idea porque de otra forma yo no hubiera conocido Lagunillas que es uno de los lugares con mayor encanto que he visto en mi vida. Desde el centro de Paracas hay que tomar el carro y adentrarse unos 15km hacia el interior de la Península atravesando un paisaje de desierto sin igual.

Y de pronto, como por arte de magia el Pacífico vuelve a aparecer, por la parte de atrás de la Península, y el contraste del desierto amarillo con el azul intenso del mar abierto crea un juego de colores que es difícil de olvidar.
Antes del almuerzo dimos un lindo paseo por la costa virgen, por sus playas desiertas:
la tierra en dorado, el azul profundo del mar, la claridad del cielo y la luz blanca del sol, hacían del paisaje un cuadro bellísimo que contagiaba alegría y ganas de vivir. Cuánta fuerza tienen estas tierras peruanas.
Y después llegó el tan esperado almuerzo. A orillas del mar, pueblo de pescadores, marco inigualable para probar mi primer ceviche... oh, qué delicia!!! Ahí estamos, Ñato y yo disfrutando de un exquisito almuerzo de mar, degustando las delicias de la cocina peruana. Las conchas a la parmesana, y el ceviche de pescado blanco, como os digo, son un regalo para el paladar.
Después del almuerzo, subimos al cerro caminando para tener una última vista de Lagunillas antes de marcharnos.
Mientras tanto, en el puerto, los pelícanos y las gaviotas aguardaban serenos al atardecer que llegara la puesta de sol.
Fin de un día inolvidable. Vuelta a mi vida en Chincha.